martes, 18 de noviembre de 2014

Y si no, también.

Últimamente me ronda la misma idea sobre las trascendencia. Por qué las personas anodinas tenemos que vivir.
A veces, y durante un rato, saltaría por la ventana. Solo para ver mi materia esparcida por el suelo. ¿No crees? Absurdo. Eso sería absurdo.
Solucionar una vida triste con un acto aún más. Pero ya no sé qué me queda.
Las calles son un cajón de sastre, y cuando los hilos se me enredan, me caigo al suelo, con la buena suerte de partirme los dientes y así no sonreir más.
Ridículo. ¿No crees?
Totalmente ridículo. Y aún encima te ríes. Pero qué vas a hacer si no. Al resto de seres insignificantes, les aburre la tristeza.
Entonces, si a mí no me aburre, ¿es por qué soy significante? No, no lo creo.
El día que den premios a las lágrimas más oscuras, ese día, no se me ocurrirá ni por asomo, ver mi cara contra el asfalto.

jueves, 6 de noviembre de 2014

La luz al principio del tú.

La linterna, como un faro,
alumbró la noche,
y la luna,
fue nuestra luna,
la más brillante.
Y surgió una declaración de guerra:
nunca más tembló el pulso
desde la vista del Vesubio,
donde alguien contempló nuestra tragedia.
Y como brillantina
no me mirarán las estrellas.
Se reirán de tu sonrisa,
y pagaremos mis cuentas,
fusilarse las pestañas
y pedir por ti en un poema:
de verdad,
lo prometo,
nadie se creerá nuestro secreto.

(Para todos los gatos que acampan 
en los tejados esperando su porvenir.)

lunes, 27 de octubre de 2014

Relatividad muy relativa.

Ayer sentí un temblor. Algo parecido a un terremoto. Pero más pequeño. Y más grande. El aire viciado se colaba por una rendija de la ventana, envolviendo mi cuerpo en un extraño sopor. Hacía un calor asfixiante, el sudor me recorría la columna, y arrastrándome por el sofá, acabé en el suelo.

D. me buscaba con la mirada.
No podía hablar. Hacía tiempo que su voz había perdido todo el color, la forma, y rara vez inundaba mi espacio. Puso los ojos en blanco a la vez que bostezaba.

Dando tumbos por el suelo, le hice señas. La habitación se contoneaba y yo no podía hacer nada.
D., abre la puta ventana.

Una fina capa de polvo se posó sobre nuestros cuerpos. Me rendí a la soledad del silencio. Ya no esperaba ningún cambio. Nos estábamos muriendo.
D., no quiero morir.

Pero D. lloraba sobre la mesa. Sus ojos decían que lloraba, porque no emitía ningún sonido.

Fue entonces cuando la habitación dejó de danzar para trasladar el sinuoso movimiento a mi cuerpo. Noté un pinchazo que me erizó de la cabeza a los pies. Y comencé a retorcerme.
En ese momento ví el aire, transparente, amargo. Probé el sudor del dolor, y grité.
D. me miró como si no me conociese.

Gesticulé como pude, pidiendo ayuda, esperando que me levantara. Pero D. no quería verme. No quería verse.
Intenté emitir un aullido, pero tenía la lengua espesa, la garganta me sangraba.

D. rompió todos los espejos que encontró. Hizo dos montones y hundió sus puños, reflejando la grotesca escena en su piel.
Me dijo: que le jodan a la suerte.
Y yo me desmayé.

En un sueño ví el rostro de A., B. y C.

Cuando desperté hoy, sentí el impulso de preparar seis tazas de café.

domingo, 19 de octubre de 2014

Ojalá.

Me asomé por el balcón donde le ví alejarse por última vez. Es triste ver marchar a alguien que sabes que no vovlerá. Tal vez más triste que un adiós, porque un adiós es hasta siempre, pero caminar, caminar es hasta vete a saber.

Incliné mi cuerpo por la barandilla. Suspirando. Exalando todo el aire de mis pulmones y sustituyéndolo por humo. Había empezado a fumar otra vez, y ni siquiera sabía muy bien cómo el tabaco había entrado en mi vida de nuevo. Supongo que era una forma de llenar su vacío, aunque fuera con alquitrán.
Todo seguía en el mismo sitio, sólo que ahora estaba sucio. Pero una suciedad triste y marchita, que parecía llorar conmigo. Las sillas habían comenzado a oxidarse, y la mesa clareaba por el sol. Había telarañas cubriendo los maceteros, ahora vacíos, y una fina capa de pelusilla y restos de cal por el suelo. Pendiendo de la barandilla, dos tiestos con lo que fueron exuberantes hortensias y unos geranios más disecados que mi corazón. Tiré la colilla a la calle esperando darle a alguien y volví al sofá. Cerré con fuerza la puerta de cristal que separaba el comedor de la terraza y me juré a mi misma que seguiría así un buen tiempo, cual caja de Pandora.

Caí a cámara lenta sobre el florido estampado de mi sofá de segunda mano, y observé a mi gato. Estaba sobre la televisión, refrotándose contra el mueble. Le lancé una zapatilla y él un bufido. Estábamos en paz. Correteó por el suelo y desapareció por el pasillo.
Jugueteé con las puntas de mi pelo hasta que me cansé y seguí con la mirada fija en el techo. Sin hacer nada. Sin pensar en nada. Antes me habría parecido una locura. Sentarme en el sofá y no hacer nada más que respirar. Pero ahora, ahora me parecía totalmente racional.

Sonó el teléfono y me hice de rogar. Lo tenía ya en las manos, pero sin embargo, dejé que diera tres toques más hasta descolgar. Me quedé en silencio.

-¿Hola?

-¿Sí?- inquirí

-¿Sara?

-La misma.

-Hola, hola. Soy Marcos. No me cuelgues, por favor.-dijo suplicando

Suspiré tan alto que podría haberse confudido claramente con uno de los bufidos de aquel estúpido gato.

-Solo quería saber qué tal te va.

-¿Que cómo me va?- Estupendamente.- contesté de la forma más cortante que pude.

-Me alegro, me alegro muchísimo. Esto, bueno, sí. Te he llamado porque, bueno, no sé. Estoy cerca de tu casa, igual te apetece tomar algo, charlar.

-No estoy en casa- mentí.

-Esto.. Bueno, he pasado y te he visto en la terraza. Entiendo que no quieras verme, es solo que, no sé.

Antes de que continuara balbuceando de aquella forma tan patética, acepté su oferta. Llamémoslo pena, llamémoslo curiosidad.

-Sube, anda.

Diez minutos después le tenía bajo el umbral de mi puerta. El gato salió disparado y comenzó a ronronear bajo sus pies. Él se agachó y le acarició, hablándole como hablan las madres a los bebés de sus amigas.

-¿Pasas o qué?

Me dí la vuelta y avancé hacia el salón. Podía oir sus pasos tras de mi.

-No ha cambiado nada, está todo igual.

-Ha cambiado todo.

-Sara, por favor... Seamos amigos... Te he echado de menos.

-Yo a ti no. A ver si me explico. Un día te largas, porque sí. Y ¿ahora vienes con que seamos amigos? No te entiendo.- me levanté del sofá alzando progresivamente el tono.- ¡No lo entiendo! ¿Qué quieres de mí? ¿Qué me olvide de todo? ¡No! Las cosas no funcionan así.

Sin darme cuenta estaba llorando a moco tendido. Volví a sentarme y me tapé la cara con las manos. Odiaba que me vieran llorar. Pero Marcos, se quedó inmóvil, como si aquella escena se hubiera repetido tantas veces en su mente. Me alargó un cigarrillo y lo acepté. Traté de calmarme fumando, sin mediar ninguna palabra más allá del humo. Él me miraba con tristeza, quizás arrepentimiento. Y yo, yo le odiaba. Por irse. Por irse y dejarme. Y me odiaba. Por haberle dejado ir. Por no haberme tirado desde el balcón cuando lo alumbró la última farola de la calle.

-Sara, lo siento. No sé que hago aquí. Lo siento.- su voz se volvió más apagada.- No tengo excusas, ni explicaciones, ni siquiera he pensado en como disculparme. Sinceramente pensaba que en cuanto me vieras me darías un puñetazo y me matarías en el acto.

Sonreí levemente, aunque cuando me dí cuenta volví a mostrar mi desacuerdo en sus palabras.

-No está bien. No puedo ser tu amiga. Ni perdonarte. Lo arruinaste todo. Me prometiste que estarías ahi y te fuiste. Como pude ser tan tonta...

-No fue tu culpa. Ni siquiera sé si fue mía. Las cosas pasan, la gente cambia, y la vida sigue. Y supongo que si que tengo una razón para estar aquí.

Torcí el gesto. Sentía rabia, odio, y unas irremediables e irrefrenables ganas de besarle. De acariciarle. Y de sentir que era mío otra vez.

-Me voy a casar.

Algo se rompió de nuevo. Sólo noté el golpe, lo demás, está borroso. Continuó hablando, me acarició el hombro, y sonrió. No lo recuerdo. Tampoco recuerdo por qué le dije que estaba embarazada. Pero no se sorprendió. Apuntó un número de teléfono en un papel y lo dejó sobre la mesita de centro. Después, Marcos me dio dos besos y desapareció de nuevo. No lo recuerdo. Solo dolor. Me quemaba el pecho. El golpe, que golpe.

Salí corriendo al balcón y le ví alejarse. De nuevo. Pero esta vez se giró y alzó la mano sonriendo. Le devolví el gesto y me metí dentro de casa.

Quizá la mentira era la única forma de reterle junto a mí otra vez. Quizá todo podría estar bien. Quizá tendría mi para siempre. Me levanté la camiseta del pijama y acaricié mi vientre. Quizá no me equivocaba, pero solo quizá, no lo sé.

viernes, 10 de octubre de 2014

Lo que era posible.

Es sólo a ratos, y es sólo a veces.
Pero es ese rato el que hace esa vez.
Y esa vez lo que hace hoy.

Aunque hoy sea como hoy,
no lo cambio por nada.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Anhedonia.

Dame las tijeras.

Puedo llorar
y clavármelas en la garganta,
pero prefiero cortar
las flores de tu espalda.

Cuánta falsedad
de sentimientos condensados,
todo sabe a adiós,
no puedes evitarlo.

Deja que me vaya.

Puedo correr
y saltar por un puente,
pero prefiero olvidar
tu voz replicándome.

Cuánto sopor
en mis labios cortados,
la sangre lleva el color,
tristes son tus brazos.

Inmortalizarán las cámaras,
que crucé rápido la meta,
no habrá fotos,
ni se oirá en la radio,
pero yo y tú,
recordarán nuestros pasos.

La vida se rinde,
quiero pensar que
he ganado.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

El día que.

Una vez iba en coche.
No me acuerdo muy bien.
Pero el viento movió mi pelo.

Oímos las olas muy lejos,
pero el sol nos cubría la espalda.
Y el viejo árbol muerto
me hizo la reverencia.

Y sonaba una canción
decía; Si fuera joven
me iría de la ciudad.

Pero suena lejos,
suena triste.
Iba en coche,
no lo recuerdo muy bien.

En el retrovisor roto
veo la imagen de mi sueño,
aparece la señal,
te pide parar.

Estamos volando muy alto,
aquí no funcionan sus reglas;
Aquí.
Aquí, oímos el mar.

viernes, 22 de agosto de 2014

Primavera con David Carnicer


Por  algún que otro delirio mío, inauguro nueva sección en el blog de la mano de mi amigo David, y quiero compartir nuestra sesión de fotos primaverales en el Parque José Antonio Labordeta de Zaragoza. Fue mi primera sesión como tal, y la verdad es que da gusto fotear con este chico, porque siempre tiene algo muy chulo que enseñar.











sábado, 16 de agosto de 2014

{Vírgen.}


Me despierta una moto,
son las tres de la mañana,
hay 32 grados en la calle
y me tapo con dos mantas,
en un intento de no sentirme.
La televisión parpadea
se me caen las gafas,
le sobran tres patas a mi cama.
Y una vírgen anuncia algo en la tele,
yo le rezo a la radio
porque es la única que emite voces
más cristales
y si me tatuo en la cara
tu última carta.
Maulla un gato
se tira por el balcón
y la vírgen habla
habla.
Me pinto las uñas con carmín
para refrotármelo en el cuerpo
y así roja,
bien roja,
sólo así me duermo.

jueves, 24 de julio de 2014

Sin título.

Tengo nostalgia de un sentimiento al que no le pongo nombre.
Y he rebuscado en la sopa
-todavía sigue fría-
esperando encontrar tu nombre,
tal vez el mío,
y vernos otra vez juntos
aunque solo así sea.


(Te lo dedico a ti,
que sé que siempre lo sientes)

lunes, 7 de julio de 2014

Disección.

Una dentro de otra. Progresivamente, de la mayor a la pequeña. Unidas por lazos de sangre de madera.
No hay nada más parecido a la vida que una matrioska. Reivindicación de las uniones, futuro, presente y pasado de la mano.

Pero al abrir la pequeña matrioska, a golpes contra la mesa, forzando su aislamiento. Al romper su caparazón, y esperando encontrar uno más pequeño. Jugando insensiblemente con sus secretos más secretos. Me encuentro un diminuto charco de sagre.
Y le cuelgan las vísceras. Unos pulmones amoratados, y en una esquinita, tintineante, su corazón plomado.

Pensaba que no había nada más vivo que una matrioska, hasta que maté una muy diminuta, tal vez la única que prefirió vivir sola.

jueves, 12 de junio de 2014

Los finales.

Quiero cada domingo
una rosa blanca;

Un perfume suave
que inunde mi almohada;

Una delicada caricia
bajando por mi espalda;

Un pintalabios rojo
que atraiga miradas
y que me entierren
mirando a la mar brava.

No le pido más a la vida
que lo que puedan darme tus brazos.
Pero por dios, cuando llegue el invierno
tienes que saber
que todo habrá terminado.

sábado, 7 de junio de 2014

Nocturnidad y alevosía.

Has estado tantas veces
en esta cama
y ya no huele a nada,
solo suavizante barato
y mis lágrimas desbocadas.

Meter los dedos
en el enchufe
sera el único impulso eléctrico
que sienta mi cuerpo
esta noche.

No quieras juzgar
aquello que no entiendes;
estoy a solo nueve números
de distancia de la llamada,
la que me vuele la cabeza,
y te despida con una bala.

viernes, 30 de mayo de 2014

Ya no callejean.

Tristeza acumulada
es el nombre del olvido.

De como te perdí entre una multitud
exaltada que me buscaba.

Y saliste corriendo, no te alcancé.

Me rompí en trozos humeantes,
sangre y vísceras acartonadas
los pulmones de diadema,
y supliqué
(No te vayas)

Tristeza acumulada
es el nombre de las desgracias
que no puedo nombrar.

De como el viento borró mi vida
tal y como solía quedarme dormida.

Corrí todo lo que pude, no te alcancé.

Se desvaneció el sueño
me ahogué con la almohada
desearía poder pagar
con mi penitencia
el precio de tu llegada

viernes, 16 de mayo de 2014

Cometas.

(No sé si busco personas, ciudades o cicatrices en forma de cometas)

Porque llevo las estrellas en los brazos, y
aunque el corazón late despacio
quedan noches por delante.

Y cantarán las gaviotas
para mí su melodía.
Y volarán los globos
como si tuvieran vida.

Y al final, cuando no quede nada
se tatuará la rama
que nunca estuvo podrida.

martes, 6 de mayo de 2014

Y yo, y yo.

Cuando jugó a querer nunca pensó en que fregando los platos, rompería aquel vaso. 
Ni que se cortaría con los cristales.
 
Tampoco reparó en que los armarios son muy pequeños,
y que le gustaba el baño limpio, 
la pasta de dientes bien cerrada, 
y la tapa bajada.

Cuando se le ocurrió madurar, 
olvidó que los despertadores no dejaban de sonar por mucho que los golpeara. También que los abrazos nunca estaban de más.

Cuando él la miraba, nada se paraba. Ni había fantasías, ni mariposas volando. Si la besaba, cerraba los ojos y no veía firmamentos por su espalda, ni cohetes directos a la Luna en un vuelo sin escala.

Cuando él le dijo 'te quiero' ella enmudeció. Se limitó a hundir la cabeza en su pecho. Y así fue como mundo se resumió en un 'yo también.'

domingo, 27 de abril de 2014

Línea 42.

La soledad le había dado el poder para detectar las cosas rotas. Por eso decidió desprenderse de él. Y por mucho que el barco fuera a hundirse sin capitán, el ancla estaba levantada.
Ni siquiera se preguntó por qué había tomado ese autobús huyendo de sus demonios mientras la lluvia le revolvía el estómago.
Nadie la miró cuando abrió el bolso y rebuscó en él la paz anhelada por los descorazonados. Y cuando la última pastilla descendió por su garganta, lo único que pudo leer fue emergencia de salida.

viernes, 18 de abril de 2014

Paradójicamente hablando.



Si te vas, qué me queda. 
Vamos, dímelo.
Si te vas qué me queda.

Y no hablo de la soledad, ni del vacío.
No hablo de inviernos sin mantas o de espejos rotos.

Quiero saber que hay esperanza
y que no la he perdido
aunque me sienta pequeña, diminuta
enana blanca hecha de lágrimas.
 Dime que no me he perdido en el laberinto de Alicia
ni que el tiempo corre y corría (y correrá en mi contra)
aunque acabe perdidamente loca
y me hunda en mis ojeras.

Pregúntame si estoy bien, si he comido
si parece que lloverá el domingo
si la película fue mala
y el café estaba frío.

Sé porque sé 
y porque vivo 
y respiro
que yéndote 
me quedará marcada 
a fuego
en mi cuello,
la señal del olvido.



jueves, 20 de marzo de 2014

Éxtasis o como pisar pétalos de cerezo.

Voy caminando. Despacio. Silenciosa.
Ya nada es lo que era, pero no me importa.
No viviré en las ciudades que había imaginado,
creo que las enterraron,
junto a fosas comunes de sueños despedazados.

La gente no me mira. Las aceras están vacías.
Alzo una bandera blanca, como si sirviera de tregua.

Pero entre tú y yo, no hay guerra ni paz
ni gloria, ni sangre derramada.
No somos soldados en el campo de batalla,
ni tiros por la espalda.
Solo sé que no se nada.

Y qué si me apetece odiarme.
Voy a mirarme en el espejo hasta vomitar flores
y tragarme las espinas.

No intentes detenerlo,
la calle sigue vacía.

domingo, 9 de marzo de 2014

Ni Romeo ni Julieta.

Van de la mano. Por la avenida. Con el corazón asfixiado en la garganta. 
Dolor acumulado, que estallará. Le deshará la sien en hilos escarlatas, combinando los semáforos. Mientras él no le suelta la mano. La aprieta aún más, para equilibrar su corazón, extraño.

El viento mueve las palmeras, y le recuerda la playa. El mar. 
El sonido de la puerta cubierta por la cortina de conchas, tintineantes. 
Pero le agobia. Le duele. Que lo que fue tanto no sea nada por la mañana. 
Y desaparezca en las aguas, en colinas sucias, en ojos rebosantes de lágrimas y la falsa hipocresía.
 
Y se detiene, porque no respira. Se le está olvidando como vivir su propia vida mientras el reloj avanza y la desgañita. 
Y silencioso, no le suelta la mano, ni la mira. Porque en el fondo su rabia es aún más rabiosa, por el imperativo del enamorado, y del que siente la pérdida clavada en las costillas.
 
Y llegan al fondo de la avenida. 
Y se pierde el llanto entre la noche, bien ceñida a su nuca. 
Y se miran.
Se dicen que se aman, como la promesa del que pierde, de que esa velada romperá el alba con cien mil honras fúnebres.

jueves, 2 de enero de 2014

Acuérdate de mí.

Igual es que no servimos para esto.-le espeté mientras le sacaba a rastras de mi vida. Y así fue como dejé escapar todos mis trenes, ya no queda ninguno para mí.
Me marchité silenciosamente como una rosa negra, cubriéndome de espinas, desgarrando a mi paso.
Todavía el sonido de la lluvia al caer me trae una imagen vívida de tu rostro, inútil. ¿Acaso tú te acuerdas de mí?
Si los trenes salen, las estaciones cierran, el tiempo avanza, la niebla espesa y el frío llega... Si la vida sigue y desgasta y continua y mata, ¿por qué no puedes acordarte ni un poco de mí?