domingo, 27 de abril de 2014

Línea 42.

La soledad le había dado el poder para detectar las cosas rotas. Por eso decidió desprenderse de él. Y por mucho que el barco fuera a hundirse sin capitán, el ancla estaba levantada.
Ni siquiera se preguntó por qué había tomado ese autobús huyendo de sus demonios mientras la lluvia le revolvía el estómago.
Nadie la miró cuando abrió el bolso y rebuscó en él la paz anhelada por los descorazonados. Y cuando la última pastilla descendió por su garganta, lo único que pudo leer fue emergencia de salida.

viernes, 18 de abril de 2014

Paradójicamente hablando.



Si te vas, qué me queda. 
Vamos, dímelo.
Si te vas qué me queda.

Y no hablo de la soledad, ni del vacío.
No hablo de inviernos sin mantas o de espejos rotos.

Quiero saber que hay esperanza
y que no la he perdido
aunque me sienta pequeña, diminuta
enana blanca hecha de lágrimas.
 Dime que no me he perdido en el laberinto de Alicia
ni que el tiempo corre y corría (y correrá en mi contra)
aunque acabe perdidamente loca
y me hunda en mis ojeras.

Pregúntame si estoy bien, si he comido
si parece que lloverá el domingo
si la película fue mala
y el café estaba frío.

Sé porque sé 
y porque vivo 
y respiro
que yéndote 
me quedará marcada 
a fuego
en mi cuello,
la señal del olvido.