Me asomé por el balcón donde le ví
alejarse por última vez. Es triste ver marchar a alguien que sabes
que no vovlerá. Tal vez más triste que un adiós, porque un adiós
es hasta siempre, pero caminar, caminar es hasta vete a saber.
Incliné mi cuerpo por la barandilla.
Suspirando. Exalando todo el aire de mis pulmones y sustituyéndolo
por humo. Había empezado a fumar otra vez, y ni siquiera sabía muy
bien cómo el tabaco había entrado en mi vida de nuevo. Supongo que
era una forma de llenar su vacío, aunque fuera con alquitrán.
Todo seguía en el mismo sitio, sólo
que ahora estaba sucio. Pero una suciedad triste y marchita, que
parecía llorar conmigo. Las sillas habían comenzado a oxidarse, y
la mesa clareaba por el sol. Había telarañas cubriendo los
maceteros, ahora vacíos, y una fina capa de pelusilla y restos de
cal por el suelo. Pendiendo de la barandilla, dos tiestos con lo que
fueron exuberantes hortensias y unos geranios más disecados que mi
corazón. Tiré la colilla a la calle esperando darle a alguien y
volví al sofá. Cerré con fuerza la puerta de cristal que separaba
el comedor de la terraza y me juré a mi misma que seguiría así un
buen tiempo, cual caja de Pandora.
Caí a cámara lenta sobre el florido
estampado de mi sofá de segunda mano, y observé a mi gato. Estaba
sobre la televisión, refrotándose contra el mueble. Le lancé una
zapatilla y él un bufido. Estábamos en paz. Correteó por el suelo
y desapareció por el pasillo.
Jugueteé con las puntas de mi pelo
hasta que me cansé y seguí con la mirada fija en el techo. Sin
hacer nada. Sin pensar en nada. Antes me habría parecido una locura.
Sentarme en el sofá y no hacer nada más que respirar. Pero ahora,
ahora me parecía totalmente racional.
Sonó el teléfono y me hice de rogar.
Lo tenía ya en las manos, pero sin embargo, dejé que diera tres
toques más hasta descolgar. Me quedé en silencio.
-¿Hola?
-¿Sí?- inquirí
-¿Sara?
-La misma.
-Hola, hola. Soy Marcos. No me
cuelgues, por favor.-dijo suplicando
Suspiré tan alto que podría haberse
confudido claramente con uno de los bufidos de aquel estúpido gato.
-Solo quería saber qué tal te va.
-¿Que cómo me va?- Estupendamente.-
contesté de la forma más cortante que pude.
-Me alegro, me alegro muchísimo. Esto,
bueno, sí. Te he llamado porque, bueno, no sé. Estoy cerca de tu
casa, igual te apetece tomar algo, charlar.
-No estoy en casa- mentí.
-Esto.. Bueno, he pasado y te he visto
en la terraza. Entiendo que no quieras verme, es solo que, no sé.
Antes de que continuara balbuceando de
aquella forma tan patética, acepté su oferta. Llamémoslo pena,
llamémoslo curiosidad.
-Sube, anda.
Diez minutos después le tenía bajo el
umbral de mi puerta. El gato salió disparado y comenzó a ronronear
bajo sus pies. Él se agachó y le acarició, hablándole como hablan
las madres a los bebés de sus amigas.
-¿Pasas o qué?
Me dí la vuelta y avancé hacia el
salón. Podía oir sus pasos tras de mi.
-No ha cambiado nada, está todo igual.
-Ha cambiado todo.
-Sara, por favor... Seamos amigos... Te
he echado de menos.
-Yo a ti no. A ver si me explico. Un
día te largas, porque sí. Y ¿ahora vienes con que seamos amigos?
No te entiendo.- me levanté del sofá alzando progresivamente el
tono.- ¡No lo entiendo! ¿Qué quieres de mí? ¿Qué me olvide de
todo? ¡No! Las cosas no funcionan así.
Sin darme cuenta estaba llorando a moco
tendido. Volví a sentarme y me tapé la cara con las manos. Odiaba
que me vieran llorar. Pero Marcos, se quedó inmóvil, como si
aquella escena se hubiera repetido tantas veces en su mente. Me
alargó un cigarrillo y lo acepté. Traté de calmarme fumando, sin
mediar ninguna palabra más allá del humo. Él me miraba con
tristeza, quizás arrepentimiento. Y yo, yo le odiaba. Por irse. Por
irse y dejarme. Y me odiaba. Por haberle dejado ir. Por no haberme
tirado desde el balcón cuando lo alumbró la última farola de la
calle.
-Sara, lo siento. No sé que hago aquí.
Lo siento.- su voz se volvió más apagada.- No tengo excusas, ni
explicaciones, ni siquiera he pensado en como disculparme.
Sinceramente pensaba que en cuanto me vieras me darías un puñetazo
y me matarías en el acto.
Sonreí levemente, aunque cuando me dí
cuenta volví a mostrar mi desacuerdo en sus palabras.
-No está bien. No puedo ser tu amiga.
Ni perdonarte. Lo arruinaste todo. Me prometiste que estarías ahi y
te fuiste. Como pude ser tan tonta...
-No fue tu culpa. Ni siquiera sé si
fue mía. Las cosas pasan, la gente cambia, y la vida sigue. Y
supongo que si que tengo una razón para estar aquí.
Torcí el gesto. Sentía rabia, odio, y
unas irremediables e irrefrenables ganas de besarle. De acariciarle.
Y de sentir que era mío otra vez.
-Me voy a casar.
Algo se rompió de nuevo. Sólo noté
el golpe, lo demás, está borroso. Continuó hablando, me acarició
el hombro, y sonrió. No lo recuerdo. Tampoco recuerdo por qué le
dije que estaba embarazada. Pero no se sorprendió. Apuntó un número
de teléfono en un papel y lo dejó sobre la mesita de centro.
Después, Marcos me dio dos besos y desapareció de nuevo. No lo
recuerdo. Solo dolor. Me quemaba el pecho. El golpe, que
golpe.
Salí corriendo al balcón y le ví
alejarse. De nuevo. Pero esta vez se giró y alzó la mano sonriendo.
Le devolví el gesto y me metí dentro de casa.
Quizá la mentira era la única forma
de reterle junto a mí otra vez. Quizá todo podría estar bien.
Quizá tendría mi para siempre. Me levanté la camiseta del pijama y
acaricié mi vientre. Quizá no me equivocaba, pero solo quizá, no
lo sé.
Interesante. Muy Murakami.
ResponderEliminar¿Murakami? Jajaja Yo que lo veía más minimalista...
EliminarMaldita, ¿cómo puede ser que con el final del primer párrafo ya me robes el corazón? =(
ResponderEliminarEstúpida gente con talento (?).
Aaaah, que te ******, no volveré a pasarme por aquí. Sólo consigo sentirme como una cucaracha.
Just kidding. No te diré lo mucho que me ha gustado. Dejaré que te lo imagines. Además, creo que me extendería demasiado yendo detalle a detalle, y no tiene sentido. Sólo tiene sentido cuando hay algo que resaltar. Cuando lo que quieres resaltar es todo... no merece la pena.
Siempre me he preguntado por qué la gente hace según qué pausas gráficas: "Pero Marcos, se quedó inmóvil". Lo tengo visto más de una vez. ¿Por qué esa coma ahí? Se me hace curioso xD
La narración, el diálogo... cieramente me recuerdan al estilo de algún autor que he leído. ¿A Murakami? No sabría decirlo, pero no me da esa sensación (claro que tampoco es que haya leído mucho de él). Y no consigo recordar a quién me suena...
Tal vez a nadie en concreto. Tal vez a muchos. Tal vez a pocos.
Sí, más bien a pocos.
Iba a decir que te quiero (virtual y poéticamente hablando, claro está) pero igual era muy de loca xd
EliminarGracias y mil gracias por las cosas que me dices. De verdad. Por cosas así me gusta escribir (y por algo sigo haciéndolo).
Nada me emociona más que poder trasmitirle algo a alguien. Aunque sea solo una única persona en el mundo.
En fin, qué decirte que no sepas. Que eres un artista de la palabra como la copa de un pino, así que no digas esas cosas ¿eh?
Un abrazo.