jueves, 20 de septiembre de 2012

¿Puedes oírme?

Buenas~~

Hacía demasiado que no actualizaba el blog, como no. Siempre los acabo abandonando xD Bueno esta vez traigo otra historia de terror (sí, últimamente me da por el "terror" aunque en realidad no dan miedo) mezclada con amor~ Sí, a todos nos gustan las historias de amor (por lo menos a mí). Bueno, os dejo que la leáis de una vez, y ya sabéis.. Si me dejáis un comentario mejor. Eso sí, críticas constructivas por favor.

Saludos <3


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Era una mañana muy fría, de esas que cortan hasta la respiración. Abrió un ojo y vio un haz de luz que se colaba por la persiana. Laura bostezó intensamente. Su cabello castaño se extendía por su rostro, enmarcándolo y dejando a la vista sus ojeras, profundas y oscuras.
La noche anterior, ella y su prometido habían decidido salir a tomar unas copas con unos amigos. Tal vez había bebido demasiado, o tal vez no, porque la noche se presentaba borrosa en su mente. La migraña interrumpió sus pensamientos, y se sobresaltó al escuchar unos ruidos que provenían del piso inferior.
En la tranquilidad del dormitorio, Laura se dio la vuelta y palpó casi a ciegas la cama. Entonces vio que Jorge no estaba con ella.



-¡Ya lo sé! Me está haciendo el desayuno- pensó con una sonrisa en su rostro.
Se levantó cuidadosamente y buscó sus zapatillas sin obtener resultado alguno.
Laura caminó hasta el baño situado junto a la habitación. La verdad es que era un lujo poder tener el baño tan cerca y no tener que ir hasta el piso de abajo. Andaba como un zombie y tenía una mezcla de dolor de cabeza con mareo.
Rozó la mesilla y tiró una foto al suelo. Soltó una exclamación y se agachó a recoger los trozos de cristal que se habían esparcido por el suelo. Era una pena porque esa era su foto favorita. En ella Jorge aparecía abrazándola. 

-¡Ay!- gritó, a la vez que una gota de sangre se derramaba por el suelo. Corrió hacia el baño y colocó su dedo debajo de un chorro de agua tibia. Notó alivio al instante. Después cogió un trozo de papel y lo envolvió alrededor de su dedo. Se miró en el espejo y escrutó su cara.
-Puf... ¡Madre mía que ojeras! Ya no tengo edad para irme de fiesta- se dijo a si misma
Un fuerte estruendo la asustó. Pudo escuchar una sucesión de golpes y Laura se quedó inmóvil. Se acercó cuidadosamente a la puerta del baño y apoyó su cara contra esta, esperando oír algo. Sólo había silencio. Y entre ese silencio sepulcral, Jorge gritaba desesperadamente, pidiendo ayuda.
Laura dudó en que hacer. El miedo invadía cada centímetro de su cuerpo.

-¿Habrán entrado a robar? ¿Pero quién querría robar en mi casa?- pensó

Cada vez se oían más golpes como si estuvieran destrozando cada rincón de la casa. Laura no pudo evitar llorar. Lloraba por la impotencia ante no saber que hacer, y lloraba por el futuro incierto que se cernía  sobre ellos.
Poco a poco los ruidos cesaron, y con ellos la voz de Jorge, que ya se había convertido en un susurro.
Laura se acercó hacia la puerta del baño intentando hallar una salida a tal situación.
Acercó sigilosamente la mano hacia el pomo, cuando un ruido sordo e intenso la sobresaltó. El crujido de las escaleras le indicó que alguien trataba de llegar hasta ella. Invadida por el miedo, colocó el cesto de la ropa sucia a modo de barrera que evidentemente no ofrecía demasiada protección. También echó el pestillo del baño y se situó lo más lejos de la puerta que pudo.
Los ruidos de las pisadas se distinguían ahora en la habitación. Notó como el pomo se giraba lentamente, pero la puerta continuaba cerrada. Laura ahogó un grito y se tapó la boca casi por instinto, evitando hacer cualquier ruido que la delatara como próxima víctima. Su respiración era cada vez más acelerada y le costaba mantener la compostura. Los golpes que la puerta estaba recibiendo le hacían creer que aguantaría poco en pie. Lentamente un líquido color rojo comenzó a colarse por la ranura inferior. Laura acercó su mano y tocó el líquido.

Descubrió entonces que se trataba de sangre. Se quedó agachada e inmovilizada por el miedo. Sus ojos estaban en blanco y su mirada perdida.
-¿Qué le habéis hecho?-gritó con desesperación-¡Jorge! ¡Jorge! ¡Contéstame!-continuó gritando

Laura estaba profundamente enamorada de él, incluso se iban a casar, y la idea de perderle la destrozaba.
Su propio llanto interrumpió sus ideas sobre el futuro de Jorge.
-¡Tengo que salir de aquí!-se dijo a sí misma
Quitó los obstáculos que había puesto anteriormente y abrió la puerta del baño.
Su dormitorio continuaba a oscuras, tal y como lo había dejado, y aparentemente no había signos de ningún tipo de robo.

Escuchó unos lamentos que provenían del piso de abajo. Se asomó por el hueco de las escaleras y observó a Jorge sentado en ellas. Junto a él estaba Mario, uno de sus mejores amigos.
Corrió rápidamente hacia él, aun a riesgo de caerse por las escaleras, pues era muy patosa. Abrazó por detrás a Jorge, a la vez que decía:
-Menos mal que estás bien, había pensado lo peor. ¿Qué se supone que ha pasado? ¿Qué hace Mario aquí?

No obtuvo ninguna respuesta y es más, parecía que la ignoraban. Mario tenía los ojos llorosos, y Jorge tenía la cabeza entre las piernas.
-No, no puede ser.- se repetía

Laura se levantó de las escaleras y se dirigió al salón. En él sus amigos y familiares estaban repartidos en sillas y todos vestían de negro. En el centro de la sala se alzaba un ataúd. Había un silencio sepulcral. Junto al ataúd, dos grandes ramos de rosas blancas adornaban la sala.
Un escalofrío le recorrió el cuerpo. Estaba aturdida, y no entendía porque había montado un velatorio en su salón. No pudo evitar acercarse al ataúd, para tratar de averiguar quién era el difunto.
Las personas que ahí se encontraban, se mostraban ajenas a su presencia, mientras ella caminaba a través de la sala.
Se asomó al féretro y automáticamente se desplomó al suelo.

-Jorge, sé que es duro y tal, pero no puedes martirizarte, no fue culpa tuya-dijo Mario.
-Ya lo sé... Pero todo pasó tan rápido. Volvimos sobre las tres o las tres y media, y nos fuimos a dormir. Yo me metí en la cama y ella se quedó en el baño quitándose el maquillaje. Estaba medio dormido, cuando escuché un golpe. Me levanté inmediatamente de la cama y ahí estaba, tirada en el suelo junto a las escaleras. No paraba de salir sangre, estaba todo el suelo lleno. Ella no paraba de gritar mi nombre, y yo... yo no pude hacer nada por ella más que llamar a una ambulancia.-su voz se quebró y empezó a llorar débilmente- No pudieron hacer nada por ella. Cuando llegaron ya estaba muerta. Creen que debió tropezar con la moqueta y se cayó por las escaleras.
-Pero Jorge, hiciste lo que estuvo en tu mano-dijo Mario intentando consolarlo
-¿Y ahora que se supone que voy ha hacer con esto?-dijo mientras jugueteaba con el anillo de pedida- ¿Y con su vestido? Sé que estaba escondido en el armario del desván...
-Tío... Pues no sé. Creo que deberías guardarlo
-Sí, supongo que sí... Será una forma de recordarla-le contestó Jorge


Se quedaron sentados en las escaleras, recordando viejas batallas e intentando asumir la realidad que ahora les abordaba. Mario se levantó y se acercó a la cocina.

Jorge permaneció sentado, y con su mano rozó una pequeña muesca que se había producido en las escaleras a causa del golpe. Sostuvo en su otra mano el anillo de compromiso y susurró:
-Te prometí mi amor eterno Laura, y nunca te fallaré.

martes, 4 de septiembre de 2012

Oscura realidad.

Hola!
 Hoy traigo un nuevo relato un tanto extraño xD Aunque eso no quiere decir que no me guste ^^ Espero como siempre que lo leáis y me dejéis un comentario con vuestra opinión :D

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Con sólo una mirada lo cambiaste todo.
Me froté la cara y me levanté del sofá. Un aura de mugre y oscuridad cubría el salón. Había soñado otra vez con ella. Hacía tanto tiempo que no te veía... Las cosas habían cambiado demasiado. Me dirigí hacia la cocina, esquivando todos los cachivaches que tenía dispersos por el suelo. Busqué sin resultado algo que llevarme a la boca. En la cocina el hedor era insoportable.
Tal vez debería haber tirado la basura- Pensé

Las paredes de la casa estaban agrietadas por la humedad. El techo estaba lleno de telarañas y no quedaba una bombilla que funcionara en toda la casa. Necesitaba ventilación, necesitaba limpieza, necesitaba... Necesitaba tantas cosas, al igual que yo. Necesitaba su cariño, tenerla a mi lado otra vez...

Agité mi cabeza en señal de negación y camine por el pasillo hasta adentrarme en la negrura de mi memoria. Volví a tumbarme en el sofá fijando la mirada en el techo. Me fumé otro cigarro, anhelando que el humo se llevara mis pensamientos, pero no lo hizo. Suspiré profundamente y por un instante me pareció oír el teléfono.
Salí corriendo por el pasillo hacia lo que parecía mi habitación. Rebusqué entre la oscuridad y descolgué esperando oír su voz.

-Señor le recordamos que si no paga la factura tendremos que cortarle la línea de teléfono. Por favor espero no- Colgué el teléfono tan fuerte que lo rompí.

Sabía que ella no iba a volver. Estaba seguro al cien por cien de que no lo haría. Y la culpa era sólo mía.

Me acerqué a la cama y me tumbé en un lado. Entonces acaricié su rostro. Estaba preciosa. Por mucho que pasaran los días seguía siendo igual de guapa. Aunque ya no era ella. Todo lo que quedaba de ella lo destruí. Esa era la oscura realidad que mi corazón deseaba enterrar en lo más profundo de mi alma.

Abrí el cajón de la mesilla y saqué la pistola con la que un día cometí el mayor error de mi vida. Sólo faltaba una bala. Me tumbé boca arriba y le dí la mano. Sostuve el cañón junto a mi y sien y suspiré profundamente.
Ahora con lo único con lo que podía soñar era con que al menos estaríamos siempre juntos.

En mi casa sólo se oyó un disparo que desapareció en el vacío de un lugar lleno de malos recuerdos.