Este es un relato que terminé hace poco tiempo, y que inexplicablemente es uno de mis favoritos. La historia transcurre en las calles de Nueva York (una de mis ciudades preferidas) y creo que esa es la razón por la que me siento ligada a mis personajes.
Espero que os guste y dejad un comentario.
Criticas constructivas por favor ^^
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Llegué
a la terminal 6 del JFK. Una bruma matinal cubría el cielo. Mis
manos sostenían un cartel con un nombre escrito, Clara Aldaya.
Yo
trabajaba para una editorial de libros, aquí en Nueva York, y mi
cometido era ser la niñera de una tal Clara, famosa por sus éxitos
literarios en prácticamente todo el mundo. Ni siquiera sabía como
había acabado tan bajo, debería estar escribiendo y no
promocionando la editorial para la que trabajaba, pero la cuestión
era que lo único que intentaba era escalar peldaños y llegar a ser
un escritor de renombre, lo que siempre había soñado.
Clara
se había hecho famosa gracias a una serie de novelas llenas de
intriga y misterio, que te enganchaban desde la primera página. Yo
estaba totalmente fascinado por esta mujer, y aunque su forma de ser
y la tarea de tener que enseñar Nueva York a la arrogancia en
persona me disgustara, quería conocerla.
La
podría definir como una persona fría y calculadora, que desprendía
seguridad y egocentrismo con cada palabra. O al menos eso era lo que
yo creía al leer sus libros.
Nunca
la había visto en persona. Lo único que sabía de ella, era que
bajaría en el siguiente avión y que estaría junto a mí las dos
próximas semanas.
La voz
informativa que avisaba de un nuevo vuelo me despertó de mis
pensamientos.
El
aeropuerto era un río de gente. Iban y venían cargados con sus
pesadas maletas y sus mentes vacías. Algunos lloraban con las
despedidas. Otros sonreían al pasar la puerta de embarque.
-Ahí
llega-pensé
Cuando
empezaron a aparecer los primeros pasajeros procedentes de Barcelona,
vi como una mujer alta y esbelta se acercaba en mi dirección.
Parecía muy segura de sí misma, y caminaba con fuerza y convicción.
-Seguro
que es ella.- murmuré
Conforme
se acercaba a mi posición me sentía más y más nervioso. La mujer
tenía una exótica belleza. Su melena era rojiza y sus ojos castaños
y profundos, destilaban confianza. Esta mujer definitivamente
imponía, así como demostraba en sus libros.
La
mujer llegó hasta mi posición y se acercó al hombre que tenía a
mi lado. Le abrazó y se alejaron por la terminal. Mi cara estaba
desencajada. Esa mujer no era Carla. Así que dirigí mi mirada otra
vez hacia el flujo de pasajeros y esta vez vi como una chica se
acercaba a mi y me miraba fijamente.
-¿Clara?-pregunté
Me
mostró una frágil y algo forzada sonrisa.
Por
fin me dí cuenta de que esa era la verdadera Clara Aldaya.
Tenía
la piel pálida, casi translúcida, y su melena oscura caía por sus
hombros. Su tez parecía más propia de una muñeca que de una
persona. Y sus ojos, eran de un gris claro que se podían comparar
con la nieve. Su mirada era triste y apagada. Mientras recorría su
rostro con mis ojos, noté como sus labios se movían:
-Encanta
de conocerle Sr. Moliner- dijo con a penas un hilo de voz
Tenía
la voz de cristal, tan frágil que parecía que iba a romperse si la
interrumpía. Noté como bajaba la mirada, e incluso advertí que se
sentía incómoda. Junto a ella, estaba su maleta, así que me agaché
y la cogí.
Volvió
a mostrarme esa sonrisa frágil y me siguió hasta el taxi. Yo no
paraba de hacerle preguntas, de las que solo obtenía el mayor de los
silencios. No sabía muy bien si el hecho de mi presencia le
incomodaba, o tal vez era parte de su forma de ser.
Desde
luego, no era la misma Clara que se plasmaba sobre los libros.
Durante
nuestro trayecto en taxi hasta el hotel dónde se hospedaría, no
paraba de fijar la mirada en la gente, los coches y las calles. Sus
ojos reflejaban ahora una cierta nostalgia que era imposible de
comprender.
Cuando
por fin el taxi se detuvo, la acompañé hasta la puerta de su
habitación. Inexplicablemente, ni siquiera me miraba a los ojos.
Esto era demasiado para mí. Toleraba que una persona fuera tímida,
o no quisiera hablar con un desconocido, pero por lo menos merecía
que me mirase a la cara. Solté su maleta estrepitosamente, dejando
que cayera al suelo, y me di media vuelta.
Justo
antes de que cerrara la puerta de su habitación, vi como lágrimas
de impotencia descendían por su rostro.
Seguidamente,
desaparecí por el pasillo.
Eran
las nueve de la mañana y teníamos programada una visita al Empire
State Building. Desde la editorial para la que trabajo, intentaban
organizar la mejor de las estancias para ella, confiando que adoraría
la ciudad, se quedaría aquí, y así la editorial se forraría. Puro
negocio ni más ni menos.
Golpeé
la puerta de la habitación 215 con convicción. Dudaba entre
disculparme por mi comportamiento o reafirmarme en mi posición del
día anterior. La luz que se proyectaba por los pasillos del hotel,
creaba una sensación de paz y serenidad que invitaba a la
autorreflexión. Tras me rápida meditación, sabía que iba a
disculparme, estaba claro.
De
repente Clara abrió la puerta y me encontró pasmado, con la mente
en otra parte. Con su delicada voz y pocas palabras me invitó a
pasar.
Se
sentó en la cama, con una rectitud digna de la realeza. Tenía el
bolso abierto y trataba de organizar unos papeles que contenía en su
dossier.
La
habitación estaba totalmente impregnada de su olor. Un aroma dulce y
angelical que embriagaba. De repente descubrí que estaba de pie y en
silencio, observándola como un pervertido.
-Esto...
Srta. Aldaya, cuando este lista, partiremos para visitar el Empire
State. Me han comentado que es uno de los sitios que le gustaría
visitar.- carraspeé
-Iré
donde usted me diga, Sr. Moliner, y por favor disculpe mis modales de
ayer.
Su voz
era tan dulce, que me quedé embobado durante unos segundos.
Finalmente la realidad me golpeó en la cara y me dí cuenta de que
Clara esperaba una respuesta.
-Oh
por favor, no se preocupe. Mis “modales” tampoco estuvieron a la
altura, y si no le importa, prefiero que me llame Damián.
-Damián...-
se quedó pensando- Personaje de La Habitación Roja, mi primer
libro. Es un hombre bueno, pero el miedo, el resentimiento y los
remordimientos por los asesinatos que cometió su hermano lo inducen
a la locura.
Abrí
los ojos de tal manera que Clara se asustó.
-Oh,
discúlpeme. Yo no quería incomodarle...
Cada
palabra que pronunciaba se desvanecía en la habitación, como si ni
siquiera yo fuera capaz de captarlas. Está ciudad tenía algo que
hacía que Clara se sintiera extraña y fuera de lugar.
Sonreí
de la forma más natural que pude y la cogí de la mano.
-No se
preocupe. Y ahora vayámonos, o llegaremos tarde.
A
través de los cristales del taxi podíamos ver una Nueva York que
amanecía y se despertaba con nosotros. Las aceras estaban
abarrotadas de personas que se dirigían al trabajo, y no reparaban
en la gente de su alrededor. Clara parecía abrumada por el flujo de
transeúntes, de tráfico, y yo... Notaba como su respiración se
aceleraba. Sus piernas no paraban de temblar y en su fuero interior,
solo quería hacerse un ovillo y desaparecer. Sentí la necesidad de
abrazarla, de susurrarle al oído que todo iba bien, y que no tenía
porque temer a una ciudad así. Pero en cambio, sólo pude soltar una
estupidez de las mías:
-¿Tienes
novio?
Clara
me miró como si le hubiera lanzado una piedra. Se puso roja y me
dedicó una leve sonrisa.
-¿No
cree que esta no es situación para que me pregunte ese tipo de
cosas?
-Lo
que creo es que somos lo bastante jóvenes como para no tener que
tratarnos de usted.
-Ahí
estoy de acuerdo.- sonrío
Clara,
pese a su inseguridad y miedo al mundo, sonreía todo el tiempo. Esa
sonrisa blanca y perfecta era una sonrisa rota. Disimulaba su
tristeza a través de filas perfectas de dientes blancos, y aunque
trataba de convencer al mundo se su estabilidad emocional, yo no era
una de esas personas fáciles de engañar.
-¿Estás
bien?- pregunté
Clara
estaba más pálida que de costumbre y el paseo en taxi no le estaba
yendo muy bien.
-Damián,
no hace falta que te preocupes tanto por mí. Es que bueno, no me
gustan las alturas. En realidad me dan mucho miedo.
Solté
una risotada algo grotesca y el conductor se giró en mi dirección.
Instintivamente me tapé la boca con la mano.
-¿P-pasa
algo Damián?-dijo con su leve voz
-Para
nada. Pero si odias las alturas, deberías habérmelo dicho. No voy a
obligarte a subir a un edificio de 381 metros de altura.
Ordené
al taxista que se dirigiera otra vez hacia su hotel. Estaba hospedada
en el hotel Giraffe, en la esquina con la Quinta Avenida y Broadway.
Clara, al ver que volvíamos a nuestro punto de origen me miró sin
saber muy bien que decir.
-No te
preocupes, no volvemos al hotel. Sólo vamos a dar un paseo por
Broadway, y te voy a enseñar la Nueva York que poca gente conoce.
Esta
vez Clara sonrío de una manera que no había visto aún. Era una
sonrisa complaciente y vivaz.
Las
dos semanas pasaron fugazmente. Cada día, le iba cogiendo más
cariño a Clara, una joven alegre y simpática que sólo se mostraba
retraída hacia los demás. Era su escudo ante el mundo. La
literatura había sido su amiga desde la infancia, y su única forma
de escapar de la que guerra que sufría en casa.
Hacia
el día diez de su estancia en Nueva York, Clara se sinceró conmigo.
Me contó los problemas que tuvo de pequeña y empezando por el odio
de su padre hacia su madre y ella. Con lágrimas en los ojos me
relató su pequeño infierno, y como refugiándose en los libros,
adoptó una personalidad que jamás sería capaz de interpretar en la
realidad, pero que si pudiera, lo haría.
Ese
día me dí cuenta de que estaba perdidamente enamorado de Clara
Aldaya.
No
podía dejar de pensar en ella ni un sólo minuto. Cada día iba lo
más pronto que podía a recogerla al hotel, y paseábamos por las
calles de Nueva York, descubriendo rincones de una ciudad que estaba
diseñada para nosotros.
Hoy,
lamentablemente era el último día de su estancia aquí, pero yo
tenía un plan. Le declararía mis sentimientos, le rogaría que
permaneciese en Nueva York conmigo. Podríamos incluso formar una
familia. Yo cuidaría siempre de ella y seríamos felices juntos.
Cuando
me acerqué a la puerta de la habitación 215 como cada mañana para
preparar nuestra última excursión y mi declaración de intenciones,
vi que había un sobre pegado a la puerta. En él estaba escrito con
una pulcritud digna de Clara, el nombre de Damián.
Llamé
con fuerza a la puerta, pero no obtuve respuesta. El empleado de la
recepción del Hotel Giraffe, me indicó que Clara se había marchado
hacía ya dos horas, y al parecer, con la maleta a cuestas.
Me
separé del mostrador de la recepción abatido, y con un sentimiento
de rechazo y dolor que me quemaba el corazón. Decidí abrir el
sobre, y entonces comencé a leer la carta de despedida que Clara
había escrito para mí.
Querido
Damián:
Estas
dos semanas en Nueva York han sido las más felices de mi vida. Has
vuelto ha hacer brotar en mí una sonrisa verdadera, que hacía
tiempo que no mostraba.
Sólo
quiero darte las gracias por todo.
Quiero
que sepas que has sido una de las personas más importantes de mi
vida aunque sólo nos conozcamos desde poco.
Una de
las razones por las que no me he despedido de ti, es porque te
quiero. En cierto modo soy una cobarde. Habría sido incapaz de
mirarte a los ojos y decirte adiós, pero si lo piensas, es lo mejor
para los dos. El amor es algo difícil y complicado. ¿Por qué
estropear dos semanas perfectas? Siempre he pensado que el destino
tiene un plan para nosotros. El nuestro era compartir este tiempo
juntos, nada más allá.
La
otra razón, te preguntarás, no quería que me vieras llorar.
Sólo
voy a pedirte una cosa, la única que me atrevo a decirte. Quiero que
seas feliz, que sigas visitando esa Nueva York oculta, esa que solo
tú y yo conocemos y que nos pertenece.
No
dejes que mi despedida cambie un sólo ápice de ti., porque estoy
segura de que podrás encontrar el amor en alguien mejor que yo.
Ahora
tengo que decirte adiós, pero recuerda que en cada calle, y en cada
rincón de Nueva York, estamos reflejados los dos, haciendo realidad
nuestros sueños e intentando conseguir aquello que llaman felicidad.
Siempre,
Clara.
Esta
es la última vez que supe algo de mi querida, delicada y amada
Carla.
Enhorabuena, has conseguido hacer lo que pocos libros consiguen: Engancharme hasta acabarlo sin levantar la vista y meterme en su mundo.
ResponderEliminarMuy buena historia. =)
Muchas gracias ^^ Me alegra que te haya gustado :3
ResponderEliminarMuchas gracias :'D Me alegro que os guste :3
ResponderEliminarMe encanta, de los que has escrito es el mejor sin duda, a ver si haces mas así :)
ResponderEliminarGracias en serio asdfghjk Me encantan vuestros comentarios :33
EliminarMmm, me parece un poco antinatural que la coja de la mano al principio para sacarla de la habitación. Quiero decir, es absolutamente factible, pero para mi gusto no encaja en la situación, a mi, como lector, se me hace muy raro. A una persona a la que acabas de conocer y con la que visiblemente estás manteniendo una primera impresión un poco complicada no la coges de la mano así por las buenas, a no ser que sea en un caso especial, como que la otra persona esté desconsolada y necesite un apoyo... Éso es lo que yo pienso, humildemente.
ResponderEliminarNo me ha gustado mucho el final, para mi gusto mucho mejor el principio y el desarrollo. De todas formas, también es cierto que gran parte de la "mala impresión" es por el uso de expresiones muy manidas (al menos yo tengo la sensación de haberlas visto mucho) y que se me hacen muy azucaradas. El concepto, no obstante, no está nada mal. Una historia corta, fácil de leer, agradable y sencilla, que trata de un amor que no podrá ser (eso también cojea un poco, para mi gusto, pero en fin, hay gente muy rara por el mundo, aceptemos que Clara es así, aunque para la historia quede raro) y narrada de forma correcta y cuidada.
Leeré algo más de por aquí y seguiré dando mi opinión. ¡Saludos!
¡Hola! Muchas gracias por tu opinión (agradezco que sean tan elaboradas). La verdad es que esta historia la escribí para un trabajo de clase en apenas una tarde, y bien es cierto que tenía muchos fallos (tanto gramaticales como de contenido). Ahora está remasterizada, más a mi gusto, y bueno, creo que así está mejor.
EliminarTienes razón en cuanto a Clara, es una chica bastante rarita, pero hay que quererla como es (o no).
Espero leer pronto más opiniones tuyas. ¡Gracias por leerme!
Muy bonito, es fácil de leer sin frases rebuscadas y complicadas. Con razón te ganaste ese premio.
ResponderEliminarMuchas gracias.
EliminarMe alegro que te haya gustado, y agradezco tu comentario.