lunes, 2 de noviembre de 2015

El último aniversario a recordar.

He dado un portazo y he salido a pasear.
El perro tiraba de la correa, estaba nervioso.
Hemos llegado a un cajellón oscuro. La lluvia caía de los tejados, y en el suelo, un montón de charcos caóticos.

Mi perro mea siempre en el mismo sitio. Supongo que es parte de ser un animal terriorial, alguna especie de gen posesivo. Esa esquina es suya.

Yo no meo en ninguna calle. Pero sé lo que es mío.

A veces me da miedo convertirme en alguien posesivo, que se abandone a sí mismo y a quién solo le quedan un par de calcetines sin mojar.

Al llegar a casa una avispa se chamuscaba en la lámpara.

Últimamente nuestras vidas huelen siempre a quemado.

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