Mi madre me ha pintado la uñas color salmón.
Me he puesto unas medias negras, tupidas; los pendientes caros que alguien me regaló por mi dieciocho cumpleaños; y dos pasadores sujetando la mitad izquierda del pelo.
En los pies, unos zapatos de charol negros, con flecos en la punta. Y un vestido recatado, de flores y manga corta.
Parecía una niña de doce años. Pero yo no era la muerta.
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