Soñé que tú eras yo
y yo era tú. Pero
no nos conocíamos,
ni sabíamos cual era el timbre de nuestras voces.
Y aún así,
sabíamos que éramos nosotros,
porque lo teníamos que saber.
Y que sin saber que estábamos, estaríamos.
Como dos ángeles de la guarda que se velan en silencio y mutuamente,
pero siendo reflejos de algo que no existe.
Últimamente, por circunstancias y en contextos que no tienen mucho que ver, he estado reflexionando y escribiendo (y experimentando, de paso) sobre los sueños. Una razón a mayores para apreciar la genialidad de la imagen onírica que plasmas.
ResponderEliminarMe encanta esta poesía, me viene como anillo al dedo. Muy bonita.
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